Bitácora onírica VI

Canción de las dunas. 

Cruel despertar, y luego, ante mí solamente la tierra arenosa crepitando bajo mis pesados pasos, inmenso paraje desolado de aires turbios, con cielos oscuros y cristalinos bajo un paisaje submarino, a lo lejos la inmensa luna llena en todo su esplendor sumergiéndose desde el cielo, de tal grandeza y brillo que casi podía tocarse; me dirigí hacia ella pues era todo lo que podía ver en la interminable planicie de arena blanca. Al caminar mis pasos se detenían a escuchar cada grano de arena que chocaba contra mis pies, y así, escuchando su canción de agonía continué mi marcha. El murmullo de la canción de aquellos granos de arena continuó en mi camino, nunca intenté responder a sus lamentos, jamás me pregunte cual sería el dolor detrás de aquellos versos ininteligibles, simplemente me limite seguir mis pasos al compás de el sonido de su canción. Me corroía desde dentro un terrible sentimiento de culpa “no quisiera pisarlos” pensaba mirándolos fijamente esperando su aprobación, pero solo continuaban con su lamento. De pronto el silencio volvió a reinar, y al cesar su elegía me encontré de nuevo solo en el silencio de las dunas frente a un gran muro de piedra, nada detrás, nada cerca, solo sus viejas y oxidadas puertas.




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